29 agosto 2016

Ana Cecilia Blum, El jubilado

Esa mañana, cuando la luz se metía
entre las bancas, a través de los álamos
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
el jubilado me dijo
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.

 Cuando el esqueleto se despierta sin quejas
y en la terraza el sol entiende la piel de la vejez.

 Cuando el menú del día está sabroso,
la pensión llega a tiempo, completa,
y la casa no insiste en caerse a pedazos.

 Cuando la memoria recuerda solamente lo bueno, lo bueno;
los hijos vienen de visita,
los nietos cuelgan de la alegría, abren la nevera
y se comen hasta la soledad.

 Cuando uno reposa contento, encantado
en las tintas de un buen libro,
o en los andamios de una gran película,
y entonces no hay apuro para encontrarse con Dios.

 Cuando el día está bonito, sí, bonito
y no importa si el gobierno entero se va al carajo.

 Eso, me dijo el jubilado,
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.

Ana Cecilia Blum
Ecuador

Guayaquil, 17 de marzo de 1972

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