Te diré que no
supe si reír o llorar
después de todo
pero estaba feliz,
demasiado feliz,
sospecho ahora.
Recuerdo que me
hablaste
de que empezaba a
amanecer,
el cielo parecía
algodón sucio.
Lo más inolvidable
será siempre
el aire fresco y
dulce que crecía,
igual que una
caricia, entre dos luces.
Yo estaba sola
y tú quisiste ser
mi amigo:
que esto no rompa
la amistad, dijimos.
Pero fue hermoso
más que un sueño,
mucho más
inquietante que un puente entre la bruma
y aquel coche sin
duda más maravilloso
que un bosque de
la Alhambra
y tu corazón más
hondo y más extenso
que el manto de la
aurora
cuando llorando me
asomé al balcón
de tus ojos.
Por eso ahora
escuece la distancia
como ella sola y
el deseo -cruel-
asoma cada minuto
-con el peligro
que eso entraña
para una sencilla
amistad-
ahora no puedo
menos que aceptar
lo que fue un
verdadero error de cálculo:
esta suave
tristeza insoportable
con la que no
contábamos.
Ángeles Mora
España
Rute, Córdoba
1952/
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