18 febrero 2017

Raúl Rivero, Grave

No quiero que me salve nadie.

Así es que quien me está
enviando esos pensamientos
esos mensajes presuntuosos
que se vaya con su música a otra parte.

El oxígeno, quítenlo ya
renuncio al suplicio de una máscara.

Y esa pintura negra
que viene de los pedregales
no puede disimular
mis fatigas, ni la parsimonia
o la terquedad con que las llevo.

La gasa, la tensa gasa
solo redime las quemaduras
a flor de piel
de modo que nada puede hacer
cuando el ardor va en la memoria
y la llaga no es un punto en el cuerpo
sino un país donde se ha prohibido la armonía.

Que retiren la luz
porque desde que empezó esta angustia
soy adivino.

Que no traigan algodones
porque me parecen nubes de azogue
y nieves premeditadas
y ya
—como cuando era niño y me querían—
me da miedo la lluvia
y me hace daño el frío.

Nadie cerca de mí
porque puedo ser majestuoso
y eso es otro peligro.

Ahora que la muerte se vistió
(ahora que la están peinando)
y le planchan el uniforme de faena
le ponen arrebol y le pulen las condecoraciones
no quiero que me salve nadie
voy a ver si me puedo levantar
yo solo.

Raúl Rivero
Cuba
Morón, 23 de noviembre de 1945

1 comentario:

Mª Jesús Muñoz dijo...

Genio y fortaleza, sin duda...Fuera todo lo artificial...Y arriba su voluntad libre.
Admirable y original.
Mi abrazo y feliz fin de semana