Al
fin de la batalla,
y
muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y
le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se
le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No
nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron
a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando
«¡Tanto amor y no poder nada contra la
muerte!»
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le
rodearon millones de individuos,
con
un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces
todos los hombres de la tierra
le
rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse
lentamente,
abrazó
al primer hombre; echóse a andar…
César
Vallejo
Perú
Santiago
de Chuco 16 de marzo de 1892/
Paris
15 de abril de 1938
1 comentario:
El milagro no surge a la primera, hay que insistir una y otra vez...y hacer méritos para ello...Un poema inspirador, que nos habla de luz y esperanza al final de la batalla...
Mi gratitud y mi abrazo, Trini.
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