Lo anhelado se
deshace
en cuerdas de
sombras,
en mohínas
cascadas de tinieblas,
en bruma,
en canto
tristemente inacabado.
Y no queda en los
confines
ni polvo,
ni soplos,
ni puñados sonoros
con que trenzarse
a los vientos.
Una mano inmensa
de dejadez
agobia las horas,
las tiñe de carne
de bruma,
las adelgaza,
lo cierne todo en
lo espigado
del sueño.
Lo anhelado se
deshace
en mantel de luz
sin frutos,
con manjares de
siglos de cansancio.
Ana Mª Fagundo
España
Santa
Cruz de Tenerife, 13 de marzo de 1938
Madrid,
13 de junio de 2010
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