Fatiga de tanto andar sobre la arena
descorazonadora de un desierto
M.H.
descorazonadora de un desierto
M.H.
Dicen que era de barro,
con luz en la mirada.
Sembró la flor del trigo
y recogió cizaña.
Quizás estaba escrito
y el Destino marcaba,
con signos de tristeza,
un camino sin agua.
No le valió el amor
ni el fuego de la entraña.
Ni siquiera los versos,
su canto de esperanza.
Ahora, Miguel, ya tienes
tierra y pena enterrada.
Concha Lagos
España
Córdoba, 23 de
enero de 1907/ Madrid, 6 de septiembre de 2007
Y un estremecimiento con este poema que Concha Lagos le dedica a nuestro amado Miguel, cuyo centenario natalicio se celebra este año.
ResponderEliminarQué hondura en los versos de Miguel Hernández y qué humildad, siempre consciente de su origen, y con esa pena negra siempre quemándole el alma, a pesar de ser un hombre tan comprometido, tan lleno de justicia.
Encuentro estos conceptos en el poeta querido en la poesía preciosa de Concha Lagos. Cómo se queja al destino, me sumo a esa queja en esta hermosísima dedicatoria.
Besazos.
Me pareció precioso, pena que no puedo escuchar como lo recitas no se por qué no funciona.
ResponderEliminarUn abrazo