Llegué cuando una luz muriente declinaba.
Emprendieron el vuelo los flamencos dejando
el lugar en su roja belleza insostenible.
Luego expuse mi cuerpo al aire. Descendía
hasta la orilla un suelo de dragones dormidos
entre plantas que crecen por mi recuerdo sólo.
Levanté con los dedos el cristal de las aguas,
contemplé su silencio y me adentré en mí misma.
Qué lindos esos momentos en que nos vivimos a nosotras mismas!
ResponderEliminarMe gustó mucho el poema.
No conocía a Victoria Atencia.
Gracias,Trini!
TEN UN HERMOSO DÍA!
Como para no olvidarse de esta laguna!!! Abrazos.
ResponderEliminarPrecioso ! Gracias por compartir.
ResponderEliminarAplausos para M. Victoria, la autora.
Besos del alma.
Buenas noches. :)