Mi madre era
pequeñita
como la menta o la
hierba;
apenas echaba sombra
sobre las cosas,
apenas,
y la Tierra la quería
por sentírsela ligera
y porque le sonreía
en la dicha y en la
pena.
Los niños se la
querían,
los viejos y la
hierba;
la luz que ama la
gracia,
la busca y la
corteja.
A causa de ella será
este amar lo que no
se alza,
lo que sin rumor
camina
y silenciosamente
habla:
las hierbas
aparragadas
y el espíritu del
agua.
¿A quién se lo estoy
contando
desde la Tierra
extranjera?
A las mañanas la digo
para que se le
parezcan:
y en mi ruta interminable
voy contándola a la
Tierra.
Y cuando es que viene
y llega
una voz que lejos
canta,
perdidamente la sigo,
y camino sin
hallarla.
¿Por qué la llevaron
tan
lejos que no se la
alcanza?
¿Y si me acudía
siempre
por qué no responde y
baja?
¿Quién lleva su forma
ahora
para salir a
encontrarla?
Tan lejos camina ella
que
su aguda voz no me
alcanza.
Mis días los apresuro
como quien oye
llamada.
Gabriela Mistral
Chile
Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889
Hempstead, Nueva York, Estados Unidos, 10 de enero de
1957
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