Converso con la
acacia
que está florida
como un mar de espuma.
¿Por qué, poeta,
no me ven tus ojos
que ayer me
presentían en el llanto?
Para no lastimarla
es mi voz suave.
La miro ahora
desde el fin del mundo,
desde el árbol
primero de la tierra.
La miro ahora
desde el alto día
en que se abrieron
todos los retoños
en el arco del
cielo resonante.
Vivo más allá del
sufrimiento.
Hasta el amor se
me trizó en los ojos,
y me vistió de
lentas golondrinas.
Converso con la
acacia
-racimo de marfil,
vaso de lumbre-
y detrás de mis
hombros amanece
el signo teologal
de la esperanza
y hay un rumor de
cera que desciende
de las dulces
pestañas de las manos.
Chile
Santiago de Chile,
3 de marzo de 1893/
5 de septiembre de 1964
5 de septiembre de 1964
Justo hace unos días publicamos en ZdeP otro poema sobre un árbol. Es de Saiz de Marco y se titula "Ayah", que es haya (nombre de árbol, no el homónimo subjuntivo del verbo haber, pero al revés: ya se verá por qué). Ahí va el poema:
ResponderEliminarescondidas
profundas y cubiertas de barro
las ramas retorcidas de donde brotan hojas
las subterráneas flores
con pétalos abiertos en hondas galerías
irguiéndose en el suelo
naciendo de las ramas
el tronco de madera rugosa
que se extiende
y arriba
en lo más alto
relucientes al sol
pobladas por los pájaros
frondosas
cenitales
cimeras
las raíces