A mi esposa
A hora que empieza
a caer, del cielo
de nuestra vida,
que sólo nosotros podemos ver,
profundo,
estrellado, carne y alma nuestra,
ese polvillo sagaz
en tu nocturno pelo,
ahora que el lápiz
finísimo, grabando
una medida
sagrada, una cantidad misteriosa
del vino que sube
en la jarra de la ofrenda,
empieza a trazar,
junto a tus ojos, vivos
como ciervos
bebiendo en el agua extasiada,
junto a tus labios
que han dicho todas las palabras que adoro,
las huellas del
tránsito de nuestra juventud,
ahora, lleno de un
fuego y de un peso de amor que desconocía
porque estábamos
engendrándolo secretamente en nuestro corazón
y es algo mucho
más terrible y precioso que el amor
que diariamente
conocíamos,
ahora, mujer,
ahora, destinada mía,
es cuando quiero
hacerte un canto de amor, un homenaje,
que dice
únicamente así:
Te amo, lo mismo
en el día de hoy
que en la eternidad,
en el cuerpo que
en el alma,
y en el alma del
cuerpo
y en el cuerpo del
alma,
lo mismo en el
dolor
que en la
bienaventuranza,
para siempre.
Cuba
Cayo Hueso,
Florida, Estados Unidos, 25 de septiembre de 1921/
La Habana, Cuba 1
de octubre de 2009
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