Yo
soy mi memoria, viene a decirme el tiempo;
y
la vida es un barco donde los monos husmean
si
va quedando cerca la costa de la muerte.
Echo
el ancla al olvido como una sondaleza
que
lanzo hacia los años que llaman de la infancia,
algún
lugar al sur con olor a jazmines.
Los
trenes de la noche, los cines de verano,
el
incienso aventaba templos y conciencias,
sobre
un mar de bares y de motocarros.
El
amor vino luego, como una niña menuda.
La
quise largamente y aunque no la recuerdo
aquel
primer beso no se repitió nunca.
Una
foto antigua, me trae la marea:
son
mis padres, pienso, e incluso yo mismo.
Mas
no me reconozco mirándome al espejo.
La
juventud parecía que no pensaba en irse.
Se
tendió en mi cama exhausta de emociones.
Cuando
tuve un hijo, le miré como a un testigo.
Más
temprano que tarde, andaba yo seguro,
sacaría
del océano su propia remembranza
y
quizás me viera entonces como yo me veo:
Un
viejo loco que viene de otro siglo,
con
demasiado entusiasmo por los efectos del ron
y
muy exigua esperanza en el género humano.
Juan
José Téllez
España
Algeciras,
1958
Una mirada al pasado desde la madurez...Precioso y sentido.
ResponderEliminarEs bueno hacerlo de vez en cuando para renovar emociones y sentimientos.
Mi abrazo y mi gratitud.