Mientras
tanto subimos la escalera (de vez en cuando se oye
a
los que caen de espaldas), nos paramos
un
poco, alguna vez (vacilamos, como una hoja
en
el instante de arrojarse al aire),
viene
el
vértigo a todo correr desde el vacío
y,
cerrando los ojos,
nos
asimos a nuestro ser más íntimo,
y
seguimos
y
seguimos subiendo la trágica escalera
colocada,
creada,
por nosotros mismos.
España
Bilbao,
15 de marzo de 1916
Majadahonda,
29 de junio de 1979
Hasta que nos caemos como un trapo y no nos volvamos a levantar.
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