La
mujer del poeta no tiene sosiego,
sabe
de fábulas que nunca terminan,
de
sueños azules turbando los días,
se
duele de veras de ingratos amigos.
Vuelve
el poeta, intuye unas lágrimas
y
con voz cálida le dice ‘te quiero’
recitando
en su vientre odas benditas.
Y
brilla la casa y cuida a su niño
y
va leyendo un clásico latino,
y
añora, Señor, todo lo suyo,
la
familia, el río, las hojas caídas.
De
nuevo su vida recobra la gloria,
prosigue
su amor desafiando tormentas,
pidiendo
tan solo al Dios del destino
que
crezca su niño y se haga poeta.
Peruano-Español
Puerto
Maldonado, 1962
Ser poeta....no se si vale la pena
ResponderEliminarver la vida desde el punto de un poeta
podría ser bueno
Me ha encantado tu sitio
abrazos desde Miami
Un precioso poema. Mi enhorabuena a Pérez Alencart
ResponderEliminarEste pomea lo escuche como cancion musicalizada por el chileno Hector Molina. ¡Bellos versos y rotunda interpretacion!
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