Inés digo y mi boca se
convierte en azúcar
de manzana partida por la
luz del verano.
Decir esta palabra es como
adivinar
que está cantando un
pájaro en un árbol lejano.
Inés digo y mi labio se
convierte en abierta
flor de pétalos dulces
contra la madrugada.
Decir esta palabra es
soñar que está muerta
la tarde en el abismo de
la noche estrellada.
Inés digo y parece que mi
voz se quedara
temblando entre las redes
impalpables de un beso.
Decir esta palabra es como
si lograra
detener en el aire la
música de un rezo.
Cuando yo digo Inés olvido
los agravios
y de claros panales y
canciones me acuerdo.
Decir esta palabra es
apretar los labios
para intentar el acto de
besar un recuerdo.
Alzar las manos puras para
decir Inés
es caer en la sombra de un
árbol florecido.
Decir Inés, siquiera por
una sola vez,
es sentir en la rama del
corazón un nido.
Carlos Castro de Saavedra
Colombia
Medellín, 10 de agosto de
1924/
Medellín, 3 de abril de
1989
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