Como cada domingo
o día de visita
me quedaba sin pan
menos mal que llegaban los hijos
atravesaban lentamente las calles
hasta volver a casa
en donde esperaba atemporal
definitiva
con un plato de arroz entre mis manos
creía que la vida estaba hecha a domingos
como esos cobertores de telas discordantes
como esos libros tristes que perpetran a veces
como esas propagandas ficticias de la tele
y esperaba el domingo después de cada lunes
después de cada tarde solitaria
después de cada gesto despectivo
esperaba a los hijos mansamente
como se espera el viento
como se espera a Dios desde la tierra
esperaba de pie tranquilamente
la mesa bien servida y el corazón abierto
esperaba a los hijos que venían
atravesando calles sorteando peligros
acariciando perros vagabundos
que esperan cual las madres los domingos
como migas de pan
que arrojan los señores posesivos
que permite la ley
que manda Dios
(y si no qué más da que no lo mande)
esperaba a los hijos tercamente
como espera el labriego la cosecha
con los surcos abiertos
con las sienes mojadas por la espera
esperaba a los hijos
esperaba a los hijos.
Dolors Alberola
España
Sueca, Valencia, 14 de enero de 1952/
Es lo más hermoso y tierno que he leído en todos los días de mi vida.
ResponderEliminarCasi quiero llorar.
Adónde se le habrían metido los hijos que no la visitaban.
Maldita sea.
Para qué traer hijos al mundo.