Quizás
no sea ternura la palabra precisa
para
este cierto modo compartido
de
quedar en silencio ante lo bello exacto,
o
de hablar yo muy poco y ser tú la belleza
misma,
su emblema, aunque tan próxima y latiendo.
Y
es también un destino unánime que vuelvan
a
idéntico silencio -cuando llegue la hora
de
la tregua indecible- mi palabra y tu zarpa.
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