Y
todavía no te he hablado del
deterioro
del correo en esta oscura provincia
del
imperio.
El
empleado únicamente gruñe
recostado
contra un almanaque del año anterior
(un
fondo excesivo de flores, vacas y montañas)
pero
ahora lo enamoraron los destinos de mis cartas,
sonríe
—algunas veces—
y
puedo apostar que piensa en mí
cuando
cruza los puentes rumbo a su almohada.
Uno
puede adueñarse de los sueños de otros
para
no morir, uno puede aceptar la vida como una
representación
del deseo.
Así
es que sin turbulencias, invento falsas
cartas
a escribir —
exóticos
remitentes en la mañana que tiembla—
y
ese hombre y yo
volvemos
a ser porosos, invencibles,
por
un rato.
Paulina
Vinderman
Argentina
Buenos
Aires, 1944
1 comentario:
Un poema sorprendente de Paulina Vinderman...A veces necesitamos la ilusión y el deseo para seguir viviendo y las letras nos ayudan, sin duda alguna...Ayudamos a los demás y a nosotros mismos.
Mi abrazo y mi cariño para las dos.
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