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27 febrero 2019

Bella Ajmadulina: El que guarda silencio

En este mundo, donde es otoño, donde las caras de los niños son rosadas,
donde las palabras de la agitada alma solitaria son pesadas,
existe alguien…
Él observa, para que las hojas silenciosas vuelen,
y administra en el universo el gran rito del silencio.
Bella Ajmadulina
Rusia
Moscú, 10 de abril de 1937/
Peredélkino, 29 de noviembre de 2011

01 julio 2018

Mirra Lojvítskaia: Habrá tormenta

¡Habrá tormenta! Lo veo
en la agitación de los álamos
en el pesado calor de la penumbra
en la oscuridad sofocante de las avenidas.

En la potencia de la fuerza candente
de los rayos escondidos en la nube,
en la languidez fatigada
de tus amados ojos.
 Mirra Lojvítskaia
 Rusia
San Petesburgo, 19 de noviembre de 1869
San Petesburgo, 1905

Traducción Natalia Litvinova

17 junio 2018

Olga Bergholz: Al canto

Despierta como quieras, pero despierta en mí,
en el frío, en mis silenciosas profundidades.

 No te imploraré palabras, pero dame
una señal de que aún estás vivo.

 No por mucho tiempo... sólo un momento de tu tiempo.
Si no un verso, sólo un suspiro, sólo un grito.

 Sólo un susurro o sólo una queja.
Sólo el sordo sonar de tus cadenas.
Olga Bergholz
 Rusia
San Petesburgo, 16 de mayo de 1910
San Petesburgo, 13 de noviembre de 1975

26 abril 2018

Ana Ajmatova, La Musa

Cuando en la noche oscura espero su llegada,
Se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
“¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?”
Y ella responde: “Yo soy aquella.”
Ana Ajmatova
Rusia
Odesa, Ucrania , 23 de junio de 1889
Domodedovo, Rusia, 5 de marzo de 1966

20 diciembre 2017

Alexander Blok, Los poetas

En las afueras de la ciudad crece solitario un barrio
Sobre una tierra movediza y pantanosa.
Allí viven los poetas y se saludan
Unos a otros con una sonrisa arrogante.

El día se levanta inútil y radiante
Sobre este triste pantano:
Sus habitantes lo dedican al vino
Y al trabajo arduo y persistente.

Cuando se emborrachan se juran amistad,
Conversan cínica y despiadadamente
Hasta el amanecer. Luego, entregados a su pasión
Trabajan cual necios sin remedio.

De pronto, salen a rastras de sus buhardillas
Para mirar cómo arde el mar entre la tarde:
Con los ojos abiertos quedan cautivados
Por las trenzas doradas de las muchachas que pasan.
Enternecidos sueñan el Siglo de Oro,
Amigablemente riñen a sus editores
Y lloran con amargura sobre una florecilla
O sobre alguna nubecilla perlada

¡Así viven los poetas, amigo lector!
Quizás tú pienses que todo esto sea peor
Que tus diarios débiles y vanos esfuerzos,
Que tu charco pequeño burgués.

No, querido lector, mi crítico ciego
Por lo menos los poetas tienen
Sus musas, sus nubecillas, su Siglo de Oro,
¡Todo lo que para ti es inaccesible...!

Tú estas a gusto contigo mismo, con tu esposa,
Con tu vida reducida,
Pero los poetas sufren de dipsomanía mundial
Y para ellos es poco una vida así.

No importa que mueran, como perros, tras la valla
O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve...
Alexander Blok
Rusia
San Petesburgo, 28 de noviembre de 1880
San Petesburgo, 7 de agosto de 1921

04 diciembre 2017

Marina Tsvetaeva, Nocturno 10

Otra vez una ventana
donde otra vez no se duerme.
A lo mejor beben vino,
a lo mejor no hacen nada.
O tal vez, manos unidas,
no separan esas manos.
En cada casa, mi amigo,
hay así una ventana.

Separaciones y encuentros:
gritas, nocturna ventana,
quizás hay cientos de velas,
o quizás sólo tres velas.
Sin reposo
mi cabeza.
En mi casa
ha entrado eso.

¡Hay que rezar por la casa sin sueño!
¡Y rezar por el fuego en la ventana!
Marina Tsvetaeva
Rusia
Moscú, 8 de octubre de 1892
Yelábuga, 31 de agosto de 1941

25 octubre 2017

Ana Ajmatova: Para Alexander Blok

Llego a casa del poeta.
Un domingo. Precisamente a mediodía.
La estancia es grande y tranquila.
Afuera, en el helado paisaje,
cuelga un sol color frambuesa
sobre cuerdas de humo grisazul.
La mirada escrutadora de mi anfitrión
me envuelve silenciosamente.
Sus ojos son tan serenos
que uno podría perderse eternamente en ellos.
Sé que debo cuidarme
de no devolverle la mirada.
Pero la plática es lo que recuerdo
de aquel domingo a mediodía,
en la amplia casa gris del poeta
cerca de las puertas del Neva.
Ana Ajmatova
Rusia
Odesa, Ucrania , 23 de junio de 1889
Domodedovo, Rusia, 5 de marzo de 1966

19 septiembre 2017

Marina Tsviestaieva, Soy una sombra de la sombra de alguien

No pienso, no me quejo,
no disiento, no duermo.

No me lanzo ni al Sol, ni a la Luna,
ni al mar, ni a la nave.

No siento el calor de éstas paredes
ni el verdor del jardín.

Ya no espero la dádiva
que anhelaba y soñaba.

No me alegra la mañana
ni el tranvía su correr sonoro.

Sin el ver el día vivo,
olvidada de la fecha y del siglo.

Sobre una cuerda a punto de partirse,
soy una pequeña volantinera.

Soy una sombra de la sombra de alguien.
Soy una lunática de dos lunas oscuras.
Marina Tsvetáieva
Rusia
Moscú, 8 de octubre de 1892
Yelábuga, 31 de agosto de 1941

14 septiembre 2017

Vladímir Gandelsman, La resurrección de la madre

Ponte el abrigo. Y la bufanda.
Cogerás frío. Cierra el armario.
¿Cuándo vuelves? ¿Cuándo vuelves?
Seguro que llueve. Llueve.

Al volver compra pan. Pan.
Arriba, ya son menos cinco.
He traído una cosita rica.
Llegamos hasta el día dos.

Hoy no es festivo. ¿Para qué lo abres?
Dios mío, ¡otro disparate!
Fuera de aquí. Fuera de aquí.
Tu padre y yo no hemos podido dormir.

Cómo corren los días. Días.
He dicho hasta el botón de arriba.
Con éstos, por el mal camino.
Hay que cortar ese pelo. El pecho

desabrochado. Me volveré loca.
¿Te crees que esto es una despensa?
Sé una persona. N-Z33. B-U34.
Ponte derecho. CH-P35. TS-U36.

Hay que hacer un recado.
Cuélgalo de la percha.
Esta tos no me gusta.
A la cama. A la cama.

No hables en su presencia.
Ya son menos cinco. Arriba. Arriba.
Tenía que comprar un piano. Piano.
Fortalécete, como el acero.

Me llevará a la tumba. Tumba.
Deja que te toque la frente. Frente.
No fumes. No te arruines
los pulmones. No seas impertinente.

No cojas frío. Esta noche ha nevado.
Está claro, tú has bebido.
Está claro, tú has bebido. Confiésalo.

Te quedas solo. Riega las plantas.
Vladímir Gandelsman
Rusia
1948 

25 agosto 2017

A Alia, Marina Tsvetáieva

A Alia / mi hija
Algún día, criatura encantadora,
para ti seré sólo un recuerdo,
perdido allá, en tus ojos azules,
en la lejanía de tu memoria.
Olvidarás mi perfil aguileño,
y mi frente entre nubes de humo,
y mi eterna risa que a todos engaña,
y una centena de anillos de plata
en mi mano; el altillo-camarote,
mis papeles en divino desorden,
Por la desgracia alzados, en el año terrible;
tú eras pequeña y yo era joven. 
Marina Tsvetáieva
Rusia
Moscú, 8 de octubre de 1892
Yelábuga, 31 de agosto de 1941

05 julio 2017

Marina Tsvetáieva, A la vida

No te llevarás el rojo de mi mejilla
Poderoso como el desborde de un río.
Eres cazador, pero no me rendiré.
Tú eres la persecución, pero yo soy la fuga.

¡No cogerás viva a mi alma!
En plena persecución, en plena carrera desbocada,
El caballo árabe arquea el pescuezo
Y se corta la vena con los dientes.
Marina Tsvetáieva
Rusia
Moscú, 8 de octubre de 1892
Yelábuga, 31 de agosto de 1941

20 febrero 2017

Bella Ajmadulina: Un cuento sobre la lluvia

Desde la mañana la lluvia no me abandonaba,
-Oh, déjame- le decía yo groseramente.
Pero ella no cedía, fiel y triste,
me seguía como una pequeña hija.

La lluvia se pegó a mis espaldas, como un ala.
Yo la retaba
-Avergüénzate, mala!
Llorando te implora el quintero
-Vete a las legumbres y a las flores!
¿Qué quieres de mí?

El tiempo era pesado y seco.
La lluvia estaba conmigo, olvidando
al resto del mundo.
Los chicos bailaban en torno a mí,
como si fuera una máquina regadora.

Me ingenié para entrar en un café,
Me escondí en una mesa, detrás de un nicho.
La lluvia, cual un mendigo, se pegó a la ventana,
y quería llegar a mí a través del vidrio.
Salí otra vez, la mejilla fue castigada
con una bofetada húmeda,
pero en seguida, arrepentida,
la lluvia, triste y valerosa,
me lavó los labios con olor a cachorro.

Creo que mi apariencia era ridícula.
Me envolví el cuello con un pañuelo gris.
Y la lluvia me pellizcaba la oreja.
La sequía era tensa. Todo estaba seco.

Solo yo me empapé.
Bella Ajmadulina
Rusia
Moscú, 10 de abril de 1937
Peredélkino, 29 de noviembre de 2010

13 diciembre 2016

Marina Tsvetáieva, Mis versos, escritos tan temprano

Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,

lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,

en el polvo de los estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis versos
también tendrán su hora.
Marina Tsvetáieva
Rusia
Moscú, 8 de octubre de 1892
Yelábuga, 31 de agosto de 1941

27 junio 2013

Marina Tsvetáieva, Tu alma y la mía son gemelas

Tu alma y la mía son gemelas
como mis manos: la derecha y la izquierda.
Tan cálidas y tiernas son unidas
como dos alas de un pájaro dormido.
¡Por un ciclón quedamos separados,
por un abismo, tú y yo, como dos alas!
Marina Tsvetáieva
Rusia
Moscú, 8 de octubre de 1892
Yelábuga, 31 de agosto de 1941
Versión de Larisa Diakova

31 diciembre 2012

Ana Ajmatova, La tierra natal

No la llevamos en oscuros amuletos,
Ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
No perturba nuestro amargo sueño,
Ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
En objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
Ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
Esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Ana Ajmatova
Rusia
 Odesa, Ucrania , 23 de junio de 1889
Domodedovo, Rusia, 5 de marzo de 1966
Versión de María Fernanda Palacio