Al amor llegue con un grito de seda
y puse las dos mejillas
el cuerpo y la conciencia
Nada quedó de mi
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo donde reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.
Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabia defenderme de la gente,
respondi con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que solo los dulces heredarán la tierra.
Mia Gallegos