Terribles
son las palabras de los amantes,
aunque
estén bañadas de falsa alegría,
cuando
llega la desolada hora de la separación.
Fuera la
lluvia galopa tercamente
y su eco
retumba tras la ventana.
Los
poderosos pájaros de la dicha
un breve
instante anidaron en sus brazos
y dorados
plumajes cubrieron los cabellos
que ahora
sudor y hastío sólo guardan.
La estatua
que quiso ser eterna
herida de
reproches tiembla y cae.
Ya el
combate de anhelo ha terminado
y húmedos
restos las sábanas acogen.
Hombre y
mujer en traje y documento
ceremoniosamente
se despiden.
Sus manos
por costumbre se enlazan
y banales
sonrisas desfiguran sus labios.
Terribles
son las palabras de los amantes
cuando
llega la desolada hora de la separación.
Esqueletos
de amor buscan nuevo refugio
y un jirón
de ternura cuelga del viejo y gris perchero.
Juan Luis Panero