Pero tú, Poesía,
que vestiste una vez nuestra desnuda embriaguez,
cuando tiritábamos y no teníamos qué ponernos,
cuando soñábamos, porque no existe otra vida que vivir,
¿no habrá ya nubes para que viaje nuestra ilusión?
¿no habrá ya cuerpos para que viaje nuestro amor?
Pero tú, Poesía,
que no puedes ser encerrada en formas,
pero tú, Poesía,
que no podemos tocar con la palabra,
tú,
última huella de la presencia de Dios entre nosotros,
salva esta hora postrera del hombre,
la más sombría y la más desesperada,
en que la Muerte,
la Soledad,
el Silencio,
lo están aguardando en un instante futuro.
Grecia
Creta, Grecia, 1919/
Atenas, 1983
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