Nunca
es tarde para empezar de cero,
para
quemar los barcos,
para
que alguien te diga:
-Yo
sólo puedo estar contigo o contra mí.
Nunca
es tarde para cortar la cuerda,
para
volver a echar las campanas al vuelo,
para
beber de ese agua que no ibas a beber.
Nunca
es tarde para romper con todo,
para
dejar de ser un hombre que no pueda
permitirse
un pasado.
Y
además
es
tan fácil:
llega
María, acaba el invierno, sale el sol,
la
nieve llora lágrimas de gigante vencido
y
de pronto la puerta no es un error del muro
y
la calma no es cal viva en el alma
y
mis llaves no cierran y abren una prisión.
Es
así, tan sencillo de explicar: -Ya no es tarde,
y
si antes escribía para poder vivir,
ahora
quiero
vivir
para
contarlo.
España
Madrid,
13 de julio de 1961
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