En
las horas pisadas por las sombras
en
un gesto final de despedida,
cuando
es tarde y tardíamente escucho
esta
niebla o canción que me regresa,
todos
los muebles tienen
una
poblada soledad de incierta
nostalgia
telefónica.
Y los libros me miran
con
sus ojos de octubre
y
el cigarrillo clama
urgido
desde el piano
con
volutas que pasan
transitan,
me construyen
la
palabra de amor en que trabajo.
Sobre
la mesa, intacta,
la
violeta de un nombre
que
desprende una página.
Yo ya sé que es domingo
y
que la brisa tiene una luz convocada
que
me recuerda el mar.
Pero
deja que guarde entre mis manos
limosnas
de silencio:
siempre
dejan sus huellas
espacios
de rocío en la mirada.
Mariluz Escribano
España
Granada 1931
Granada, 20 de julio de 2019
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