Aunque el viejo
rosal insista en este agosto
y confirmen el
reinicio estas mujeres grávidas,
yo sufro un cansancio, intermitente como
ciertas fiebres.
Se me antoja
lavarme el cabello e ir a secarlo al sol,
desprevenida. Y
sucede que hasta canto.
Más posa en la
canción el ave negra y ronca desafino,
sin compás, una
pierna más corta,
la ausencia ocupando todas mis habitaciones,
el recuerdo endurecido en el cristal
de una piedra en
la uretra.
Brasil
Divinópolis, 13 de
diciembre de 1935
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