fríos que nos carcomen como inmensas polillas,
fríos que nos persiguen dormidos y despiertos
y nos ponen un negro temblor en las rodillas.
Hay fríos tan espesos como carnes humanas,
fríos que pueden ser partidos con navaja,
fríos que despedazan vidrios en las ventanas...
Por eso fríos, de noche, el corazón se raja.
Fríos aún más anchos y viscosos
que los fríos de los hielos y los muertos;
fríos que nos persiguen como lobos furiosos,
fríos que nos maltratan dormidos y despiertos;
fríos que vienen siempre que estamos silenciosos
imaginando a Dios con los brazos abiertos.
Jorge Debravo
Volcán Turrialba,
Costa Rica, 31 de enero de 1938/
San José, Costa
Rica, 4 de agosto de 1967
3 comentarios:
Qué fríos de acero tan helados ... corta la sangre sentirlos.
No lo conocía, gracias por traerlo.
Un beso.
El final estremece. Esos fríos, que todos conocemos y que nos talan los miembros y nos rajan la piel, como si tal cosa.
Intenso, brutal tanto como la vida en ocasiones frías.
Una belleza.
Besazos, querida Trini.
Con un buen estilo Vallejiano estos versos.
Gracias por compartirlos.
Un fuerte abrazo.
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