Y digo entonces
para no estar
tan solo,
que ésta es mi
voz,
no otra;
la que se
duerme en ti:
soledad en mi
casa
de terrestre
ceniza y flor remota;
y desde ti me
nombro
puerta
quemada, ojo
que el amor se
ha comido,
topacio de la
oscura violencia,
mordedura del
hombre donde, acaso,
estuvo alguna
vez el paraíso.
Y digo
entonces que no es
mi voz;
que es otra:
ésta;
porque pensar
en ti
es un poco
pensar en todo
lo que ha
precedido,
en todo lo que
vendrá después
y en lo que no
será nunca
y estoy triste
por todo esto
demasiado tarde
o demasiado
temprano;
y digo que
estaré esperando,
aún sin
esperanzas,
de regreso de
todo,
hasta de ti,
aunque ni a ti
te importe
y no escuches.
Salí a
reconocerme por la ciudad
y me encontré
de pronto, convocado,
vuelto a punta
de pies hasta mi origen,
—puedes
vestirte ya—,
náufrago de mi
niñez;
—muerte,
desentúmete un poco—
y acabo de
dejarte,
y te has ido
de nuevo,
y digo
entonces
que no es ésta
mi voz,
que es otra,
la que tú te
llevaste,
la que tienes
y heme ahora,
aquí,
preguntando
para qué soy,
para qué
sirvo,
para qué la
poesía,
qué cumplo,
preguntando:
cómo es mi
voz, dónde,
dónde tú, en
cuál lugar,
dónde el amor,
con quién,
qué caso tiene
el amor
y nadie…
nadie…
y desnudo y
pequeño y regresado
me abro
a llorar
México
Hermosillo, Sonora 28 de noviembre de 1995
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