Deriva del otoño
este vacío
como del mar estos
acantilados
a los que a duras
penas, destrozados,
arriban ya los
restos de un navío.
¿Qué nombre le
pondremos sino el mío
a este exceso de
mástiles quebrados?
Aquí, ante los peñascos
maltratados,
se encrespa el
mar, desnivelado y frío.
Mas el dolor ni se
hunde ni se olvida.
Madera y tiempo
son sus dos mitades,
las dos señales
que dejó su herida.
Viene del declinar
de las edades
y emerge a cuatro
pasos de la vida,
firme despojo de
las tempestades.
Carlos Sahagún
España
Onil 4 junio de
1938/
Madrid 28 de agosto 2015
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