Allí, en aquel
fondo de iglesia, en la pared
más blanca y más
desierta, al frío de la noche,
iluminado apenas
por un resto de luz
que viene de la
lámpara encendida en la calle, el crucificado
se esconde. Ya
nadie va
a aquel desván,
nadie sabe quizás
que aún está ahí y
sin embargo ese es
su lugar. Solo,
reza para que
nadie le vea, para
que nadie le
pida nada: ¿qué
respuesta podría dar
a quien lo
buscase? ¿Qué promesas encendería
en la mirada de
los desesperados? ¿Dónde encontraría
luz para quien
vive en la oscuridad? Pero
allí está; y cuando
pienso en él me pregunto
si no debería
descolgarlo de aquella pared o, al menos,
si no debería ir
hasta ese desván, mirarle a los ojos
blancos de la
muerte y consolarlo, por poco que
sea, con mi
presencia.
Nuno Júdice
Portugal
Mexilhoeira Grande, Portimão , 29 de abril de 1949
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