20 febrero 2017

Bella Ajmadulina: Un cuento sobre la lluvia

Desde la mañana la lluvia no me abandonaba,
-Oh, déjame- le decía yo groseramente.
Pero ella no cedía, fiel y triste,
me seguía como una pequeña hija.

La lluvia se pegó a mis espaldas, como un ala.
Yo la retaba
-Avergüénzate, mala!
Llorando te implora el quintero
-Vete a las legumbres y a las flores!
¿Qué quieres de mí?

El tiempo era pesado y seco.
La lluvia estaba conmigo, olvidando
al resto del mundo.
Los chicos bailaban en torno a mí,
como si fuera una máquina regadora.

Me ingenié para entrar en un café,
Me escondí en una mesa, detrás de un nicho.
La lluvia, cual un mendigo, se pegó a la ventana,
y quería llegar a mí a través del vidrio.
Salí otra vez, la mejilla fue castigada
con una bofetada húmeda,
pero en seguida, arrepentida,
la lluvia, triste y valerosa,
me lavó los labios con olor a cachorro.

Creo que mi apariencia era ridícula.
Me envolví el cuello con un pañuelo gris.
Y la lluvia me pellizcaba la oreja.
La sequía era tensa. Todo estaba seco.

Solo yo me empapé.
Bella Ajmadulina
Rusia
Moscú, 10 de abril de 1937
Peredélkino, 29 de noviembre de 2010

1 comentario:

Mª Jesús Muñoz dijo...

Hay una lluvia de tristeza, que a veces nos sigue aunque no queramos...
Un poema obsesivo y extrañamente bello e inspirador.
Mi abrazo y feliz semana.