Los viejos tienen
malos sueños,
duermen poco por
eso.
Andan descalzos,
sin encender la
luz,
o se quedan de
pie, apoyados
en qué muebles
tristísimos,
escuchando sus
propios latidos.
Hay en el cuarto
una ventana,
y es negra igual
que una pizarra.
Cada viejo está
solo
en el salón, fijos
los ojos
en la delgada
línea de gis
entre el estar
aquí
y el ya no estar
aquí.
No importa. Un
vaso de agua,
eso venían a
buscar,
aunque no nada
más.
Escuchan: la pared
tiene ratones,
un auto pasa por
la calle,
sus padres muertos
pasan arrastrando los pies
cuando van hacia
la cocina.
Charles Simic
Estados Unidos
Belgrado, Serbia,
9 de mayo de 1938
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