Con tristeza
el caminante
–alguien que no era yo, porque lo estaba
viendo desde mi casa- recogió su polvoriento
equipaje, se santiguó, y anduvo algo.
Luego dejó de andar, volvió la cara,
y miró largamente al horizonte.
Iba ya a proseguir quién sabe a dónde,
cuando vio a alguien que venía a lo lejos.
Su rostro reflejó cierta esperanza, después una terrible
alegría. Quiso gritar un nombre, pero
su corazón no pudo resistirlo,
y cayó muerto sobre el polvo,
a ambos lados el trigo indiferente.
Una mujer llegó, besó llorando
su boca, y dijo:
Ya no puedes oírme,
pero juro
que nunca había dejado de quererte.
España
Oviedo 6 de septiembre de 1925/
Madrid 12 de enero de 2008
5 comentarios:
Qué gran poeta...
A mi se me clavó en el alma cuando le conocí. El primer verso y a sus pies.
Besos
Me encanta este poeta, Trini.
Gracias por compartir.
Un abrazo gigante.
Muy bueno!!! Excelente! Me ha gustado mucho. Gracias por compartir,
Ángel González, siempre fresco y nuevo.
Gracias por traer este poema suyo.
Saludos...
Me gusta mucho Ángel González.
Desearía mirarme
con las pupilas duras de aquel que más me odia,
para que así el desprecio
destruya los despojos
de todo lo que nunca enterrará el olvido.
Ángel González
Besitos Trini
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