No me importa la palabra, la palabra común.
Lo que quiero es el espléndido caos de donde
emerge la sintaxis
los sitios oscuros donde nacen: de, sino,
el, sin embargo, que, esta incomprensible
muleta que me apoya.
Quien entiende al
lenguaje, entiende a Dios,
cuyo Hijo es Verbo. Muere quien entiende.
La palabra es disfraz de una cosa más grave,
sorda-muda,
fue inventada para ser callada.
En momentos de
gracia, infrecuentísimos,
se le podrá
atrapar: un pez vivo con la mano.
Brasil
Divinópolis, 13 de
diciembre de 1935
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