16 agosto 2017

Quito, Gina E. López

Sus callecitas son reflejos de tedios.
Las pendientes ascienden y descienden.
¡Cómo costaba cargar con la rutina!

 Casitas encajonadas como mosaicos
de pinturas en vidrio; donde el vecino oía
las realidades más escabrosas.

 Y las iglesias, acorralaban, acorralan
la esperanza, desesperanza, de sus devotos.
Afuera, plazoletas albergaban la pobreza y el vicio.

 Allá lejos, el horizonte siempre me espera, me llama.

 Sin embargo…

 Los años entregados a otros campos fueron vanos;
es aquí en esta ciudad de la que hui;
donde estoy y estaba.
 Gina E. López
Ecuador

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