Miren
qué buena condición sigue teniendo
qué
bien se conserva
en
nuestro siglo el odio.
Con
qué ligereza vence los grandes obstáculos.
Qué
fácil para él saltar, atrapar.
No
es como otros sentimientos.
Es
al mismo tiempo más viejo y más joven.
Él
mismo crea las causas
que
lo despiertan a la vida.
Si
duerme, no es nunca un sueño eterno.
El
insomnio no le quita la fuerza, se la da.
Con
religión o sin ella,
lo
importante es arrodillarse en la línea de salida.
Con
patria o sin ella,
lo
importante es arrancarse a correr.
Lo
bueno y lo justo al principio.
Después
ya agarra vuelo.
El
odio. El odio.
Su
rostro lo deforma un gesto
de
éxtasis amoroso.
Ay,
esos otros sentimientos,
debiluchos
y torpes.
¿Desde
cuándo la hermandad
puede
contar con multitudes?
¿Alguna
vez la compasión
llegó
primero a la meta?
¿Cuántos
seguidores arrastra tras de si la incertidumbre?
Arrastra
solo el odio, que sabe lo suyo.
Talentoso,
inteligente, muy trabajador.
¿Hace
falta decir cuántas canciones ha compuesto?
¿Cuántas
páginas de la historia ha numerado?
¿Cuántas
alfombras de gente ha extendido,
en
cuántas plazas, en cuántos estadios?
No
nos engañemos,
sabe
crear belleza:
espléndidos
resplandores en la negrura de la noche.
Estupendas
humaredas en el amanecer rosado.
Difícil
negarle patetismo a las ruinas
y
cierto humor vulgar
a
las columnas vigorosamente erectas entre ellas.
Es
un maestro del contraste
entre
el estruendo y el silencio,
entre
la sangre roja y la blancura de la nieve.
Y
ante todo, jamás le aburre
el
motivo del torturador impecable
y
su víctima deshonrada.
En
todo momento, listo para nuevas tareas.
Si
tiene que esperar, espera.
Dicen
que es ciego. ¿Ciego?
Tiene
el ojo certero del francotirador
Y
solamente él mira hacia el futuro
con
confianza.
Wisława
Szymborska
Polonia
Kórnik,
2 de julio de 1923
Cracovia,
1 de febrero de 2012
Nobel
1996
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