Traigo
las manos llenas
de
azuladas neblinas con sabor a salitre.
Niebla
densa del sueño, inalcanzable sueño,
el
que aprisiono siempre entre todas mis cosas.
Y
el azul de mis pasos sellaban con un nombre
la
arena cristalina al son de mi costumbre.
Traigo
los pies desnudos
como
palomas frágiles cruzando los esteros
más
dulces del camino. Un camino sembrado
de
huellas que señalan tus rincones de lluvia.
La
lluvia que comparto con la brisa que llega
e
ilumina temprana mi cuenco derramado.
Traigo
la voz sujeta
al
día en sus comienzos grises,
y
no quiero gastarla, porque la guardo ansiosa
para
esparcir tu nombre por esta playa abierta
de
frescas caracolas.
Ven,
te necesito al lado,
pisaremos
las aguas en su dulce cuidado
de
finas transparencias,
descenderemos
juntos hasta el final preciso.
Allá,
bajo los arrecifes,
un
castillo de sal nos abrirá sus puertas,
saciaremos
en él un mundo de sirenas
de
adolescentes juegos,
de
joviales corales incendiados de amor,
y
cabellos de algas danzarán por las olas.
Déjame
que te sueñe por este mar tranquilo.
Si
ya no lo deseas, pronúnciate bajito,
como
un pulso de sal aprisionado y lento.
Y
buscaré otros surcos de amadas latitudes,
y
tal vez Alfonsina escuchará mi canto
y
juntas buscaremos caracolas marinas.
España
Granada,
1944
1 comentario:
Es un poema con una musicalidad y una y una ternura que desconcierta.
Altamente poético, Trini.
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