La sed,
escandalosamente pervertida
por la necesidad
brutal de ser saciada
cada uno de los
días de tu vida.
La esclavitud
del cuerpo que pretende
su parte del
dolor, la primavera
y el
ajusticiamiento inmoral de las espigas
con la excusa
poética del pan.
El tiempo alegre
de las recolecciones
no es más que el
escenario del placer,
su sabor a
condena y a derrota.
Créeme, yo
quería,
pensaba ser
estricta primavera,
muerte ideal del
alma atrincherada
en la flor del
cerezo que la lluvia arrancó.
No dejar de ser
flor, morir sin fruto
y siempre sin
placer; morir sin dudas,
sin nada más,
contigo en la memoria.
Te imagino
buscando como yo
la luna negra,
con la misma
imprudencia de otros hombres.
Y sólo te
prometo que solamente tú
tendrás de mí
ese no de tu mirada,
el ciego no de
ti,
el que me hace
llorar y me despierta.
Pero estoy viva
y junio
desespera esta
noche mi alegría:
en la fiesta
pagana de las recolecciones,
nocturnas hadas
bajo los cerezos acarician mi amor
y tú no vienes.
Lo siento.
Ningún ángel me
mira cuando espero
ese beso
caliente
en el rincón más
tuyo de mi cuello
y la nostalgia
en junio
de cada
escalofrío y del rubor.
Olga Bernard
España
Zaragoza, 1969
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