Yo te digo a
veces
que te pongas
vestidos amarillos,
pantalones
oscuros,
zapatos de
tacón, medias de seda,
o que dejes
crecer el pelo
a la cintura,
que te lo cortes
luego,
que te peines de
chongo
o que te dejes
el pelo con tu fleco.
Luego te digo
que cambies
de perfume,
o que me gustan
el olor frugal
de tus aromas,
tus senos y tu
piel;
que tus manos
son lindas
cuando inventas
la luz
en medio de la
noche
o en la penumbra
de la madrugada.
Pero así
con artificios o
sin ellos
desnuda
o con olanes al
viento
te quiero en
todas formas,
pero que no te
abandone
nunca
tu sonrisa
con la que
adornas
el tiempo y los
insomnios.
Roberto
Arizmendi
México
Aguascalientes,
1945
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