No ha quedado nadie en mí.
Ni la lluvia,
inaudible del espacio por
donde se vertía el miedo.
Ya no hay nadie en la mudez
de mis dos manos.
He olvidado el nombre,
completamente todos los
nombres
deshechos en la niebla.
Hubo también,
una palabra
que nunca alcancé a decir.
Inés Ramón
Argentina
Buenos Aires, 1962
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