A Jacqueline y Alfredo
Pérez Alencart
Le deseo a la luz
que sepa lo que hace
cuando deja a la sombra arrinconada en los toldos, prisionera en las cajas,
desterrada [en los sótanos.
Le deseo al silencio
que recuerde su lúcido
perfil al salir del tumulto de las calles, del mercado y la huelga y refugiarse
en el beso [y la caricia.
Le deseo a la risa
que se estrelle contra los
cartapacios y pantallas de aquellas oficinas que en las torres juegan a ser
el [músculo del miedo.
Le deseo a la voz
que no devore el sueño,
que sepa susurrar, ser confidente amable, ser bálsamo y remedio de la ira,
recurso [fiel ante la
intolerancia.
Le deseo al espejo
que no se ponga triste,
al esfuerzo que sea fuerte
y justo,
al cansancio que tenga más
de amor que de miseria,
al futuro que venga a
caminar a nuestro lado y no amenace,
al pasado que olvide
cuanto tuvo de hiriente o de tristeza,
al presente que ejerza de
compañero bueno y tolerante.
Le deseo a la vida
que nos haga cosquillas y
no escatime el tiempo de la felicidad.
Enrique Gracia Trinidad
España
Madrid, 1950
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