Piensa en los instrumentos
de la casa
el martillo en la sombra
del desván
los clavos dispersos sobre
el paño, la sierra,
la perforación helada de
la cesta.
Han apagado fuego y faros
han cerrado las persianas
de madera
cada habitación conoce solamente
una línea de luna
invernal.
Cubiertos el diván y las
sillas
derramados una botella y
un vaso
disueltas las sales
en la bruma de las sábanas
y de la oscuridad.
Con cuidado el invierno prepara su desventura
con intrigante obsesión
amontona luz sobre la nieve
amaestra los pájaros uno a
uno
en el frío de los hilos y
de las ramas, en las camas sólo de red
en las ondas de los
colchones
que expuestos al viento se
desempolvan.
Nada ofusca la casta
belleza de esta miseria
el tizón quema en la
chimenea lejana
el agua se recoge más allá
en cuencas de quietud
doméstica, en casas lucientes
desde las avenidas hasta
el portón.
El invierno dispone de su tiempo
como pan lo pone sobre el
borde de una piedra
con calma recoge mi mirada
tu cuello, el geranio
agujereado por el gorrión
el papel mojado por la
lluvia.
La llave se mece en el
gesto nocturno.
Cuenta los pasos, cuenta
las astillas de las vigas entre los zapatos.
Ahora iremos lejos
cuerpo a cuerpo
en el breve espacio que
nos han asignado.
Aún capaces de lanzar
sombras en los muros
aún mortales.
Antonella Anedda
Italia
Roma, 22 de diciembre de 1955
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