de lo que pasa suave
y suelta el ancla,
la despedida ingrávida
y el abandono al vuelo,
la cicatriz que avanza
como ala en su desierto.
Dame la humildad del alma
sin cuerpo y ya sin cosas.
Ser la poesía y su luz,
tan sólo la poesía
y la región más de aire,
inaccesible al desastre.
Dame la luz sin límites
acechando adentro
y la noche que soy también y el barro,
con la estrella distante
que la sed no sacia.
Dame la humildad que suelte las cadenas,
la verdad que desnuda
el polvo, el hueso que me fraguan.
Sólo en lo que soy caigo,
me derrumbo.
Déjame andar sin equipaje,
leve,
abierta al horizonte.
Verónica Volkow
3 comentarios:
No estaría de más que todos recibiéramos un poco de esa humildad.
No la conocía, me gustó.
Un abrazo
No la conocía, me gusta.
Un poquito de humildad estaría bien.
Besos y gracias por mostrarme algo nuevo.
Un abrazo
Qué intensa comprensión. Maravillosa la Volkow, la poesía cobra vida en la vivencia de esa humildad. Me encantó.
Besazos.
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