Al amor llegue con un grito de seda
y puse las dos mejillas
el cuerpo y la conciencia
Nada quedó de mi
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo donde reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.
Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabia defenderme de la gente,
respondi con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que solo los dulces heredarán la tierra.
Mia Gallegos
4 comentarios:
Precioso, una sabia elección en la que seguimos coincidiendo.
Aúnque ya lo había leido, me encanta releer buenos poemas.
Besos
Precioso poema que acaricia el alma.
No conocía a Mía Gallegos, Trini. Gracias, me influye.
Un abrazo latinoamericano,
Ian.
Yo no soy de poner la otra mejilla, porque con una torta tengo bastante.
El poema preciso, con amor, con dolor y con una moraleja.
Buen domingo.
Bello poema,
que endulza la vida.
Un beso
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