Se
sentó a escribir en su mesa
de
noche, pero sin tilos perfumados.
Pensó
en el mar
pero
era sólo una lámina
con
las puntas dobladas.
La
infancia se había convertido
en
una cajita de música
con
la cuerda gastada,
y
el sonido irrescatable del mar
había
quedado adentro.
No
veía la luna pero la sentía brillar
y
no era necesario expresar aquello
que
brillaba desde sí mismo.
Algo
ladró en su conciencia.
Nada
era necesario expresar
excepto
con alguna mancha oscura
o
una línea curvada.
Mientras
los postigos de su mente
se
iban cerrando como corolas insulsas
alcanzó
a pensar en un desván.
No
escribió el poema esa vez.
Hacía
demasiado frío.
Su
necesidad era demasiado grande.
Paulina Vinderman
Argentina
Buenos
Aires, 1944
No hay comentarios:
Publicar un comentario