Cuando nace un
hombre
siempre es
amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte
negros cristales.
Cuando nace un
hombre
hay un olor a pan
recién cocido
por los pasillos
de la casa;
en las paredes,
los paisajes
huelen a mar y a
hierba fresca
y los abuelos del
retrato
vuelven la cara y
se sonríen.
Cuando nace un
hombre
florecen rosas
imprevistas
en el jarrón de la
consola
y aquellos pájaros
bordados
en los cojines de
la sala
silban y cantan
como locos.
Cuando nace un hombre
todos los muertos
de su sangre
llegan a verle y
se comprueban
en el contorno de
su boca.
Cuando nace un
hombre
hay una estrella
detenida
al mismo borde del
tejado
y en un lejano
monte o risco
brota un hilillo
de agua nueva.
Cuando nace un
hombre
todas las madres
de este mundo
sienten calor en
su regazo
y hasta los labios
de las vírgenes
llega un sabor a
miel y a beso.
Cuando nace un
hombre
de los varones
brotan chispas,
los viejos ponen
ojos graves
y los muchachos
atestiguan
el fuego alegre de
sus venas.
Cuando nace un
hombre
todos tenemos un
hermano.
Ángela Figuera Aymerich
España
Bilbao, 30 de octubre de 1902
Madrid, 2 de abril de 1984
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