Construyendo los
días uno a uno
bien puede ocurrir
que nos falte una hora
-tal vez sólo una
hora-
o más, muchas más,
pero raro es que nos sobren.
Siempre faltan,
nos faltan.
Quisiéramos
robarlas a la noche
pero estamos
cansados
nos pesan ya los
párpados.
Nos dormimos así y
la final imagen
-antes de
zambullirnos en el sueño-
es para un día
nuevo, de anchas horas
como llano
estirado, como viento.
Lastimosa mentira.
No habrá
días-burbuja imprevistos
sorprendentes,
abiertos.
El zumo de este
día transcurrido
se filtra por el
borde de la madrugada
y ya la está
royendo.
Uruguay
Montevideo, 29 de
junio de 1932
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