Hace falta estar
ciego,
tener como metidas
en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz
que salta en nuestros actos,
que ilumina por
dentro nuestra lengua,
nuestra diaria
palabra.
Hace falta querer
morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación
de los himnos futuros,
sin recuerdo en
los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.
Hace falta querer
ya en vida ser pasado,
obstáculo
sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.
Rafael Alberti
España
El Puerto de Santa
María 16 de diciembre de 1902/ 28 de octubre de 1999
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