cómo pesa el olvido,
cómo pasa la noche en la penumbra…
Lenta: negra;
todo lo envuelve y lo reparte.
Nos dice:
Esta es tu tumba; duerme,
esta es tu noche; vela,
estas son tus palabras:
háblame, nómbrame, llámame…
Regresabas de un viaje,
y aún sin terminarlo,
te alcanzaron las sombras
de otro viaje más largo.
Y te fuiste apartando lentamente
sin importarte el aire
ni la fruta redonda
que esperaba tu aliento.
Desdoblaste recuerdos;
triste camino de nieves
en la oscura memoria
vencida por la muerte,
que te llevó sin rumbo
al ilimite abismo de la noche y el polvo.
Ahora;
vas pintando tus dientes
con la eterna sonrisa del árbol.
Vas calando tus huesos,
vas librando batallas
sobre el patio de piedra y de fósforo.
De golpe te detienes!
Tratas de volver al mundo,
a ser humano.
Pero la tristeza de los tuyos
te detiene.
El viento del exilio;
te devuelve al fantasma.
Las palabras del padre
te condenan al alba…
Ya no puedes volver por tus zapatos;
marchas…
fabricando poemas con tus labios…
fabricando nostalgias
con tus guijarros negros, derribados…
Cada mano encontrará el calor entre las tuyas
que fueron refugio de preguntas y senos.
Pero a pesar de todo;
nadie sabe
quién llorará esta noche tus cenizas,
ni quién se pondrá de espaldas a la luna
para reflejar en tu morada oscura
toda la estatura de su sombra.
Todo el calor descalzo de los días
entre el tiempo y el agua,
quién te partió los labios.
Nadie sabe
ni quen recibió de tus brazos
el último abrazo.
Nadie comprende las cosas que tenías,
eso de morir así: estrellando un poema
contra un árbol.
Nadie conoce tus pasos,
ni quien recibió en su piel
las últimas huellas de tu tacto.
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