Que los heraldos del
mal no rocen
tu pelo que se
aclara.
ni diluvien el trigo
de tus ojos,
ni decreten la fiesta
de tu risa.
Que nada intimide la
locura pagana
de tu aire
ni ose arrebatar la
certidumbre a tu cordura.
Que la serenidad se
siente en tu porfía.
Que el sol que
entretejí, allá en mi vientre
(pésima zurcidora
fui),
fluya con el celo que
fuera hilado,
y disipe las brumas
de tu sienes.
A ti, tan denso…
Denso como el conjuro
al que no da tregua
mi garganta.
A ti, constelación de
mi alegría,
laguna de mis
pesares.
A ti, órbita de mi
espíritu,
nueve lunas de mi
sangre.
Que te sea atenuada
la travesía
que te provenga en
adelante,
la suma de tus
edades.
A ti, de esta loba
que te obligó a la vida.
De esta la loba: tu
madre.
Trini Reina
España
Tomares, Sevilla, 12
de mayo de 1959
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