Tu
mano recoge de mi piel el tiempo,
incansable
borra todo viejo amor
y regresa de la caricia como una alondra
que
se debate en lo oscuro
sin encontrar la luz de la mañana
Después, serena mi cabello
en algún odio enmarañado
y llama a esa niña que enciende sus ojos
con tu boca y reza silencios
cuando los labios se acercan a tu nombre.
España
Zaragoza, 1939
Borja,
11 de marzo de 2009
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