Yo
te amé en el silencio de la ignota atalaya
que
calla su tesoro de oro inaccesible.
Y
ahora que te canto -¡maldito sea el llanto
del
amor que se canta!-, qué soledad sonora,
qué
insensata y agónica trompetería, qué estéril,
qué
grave fundamento, qué infierno irreparable.
España
Aguilar
de la Frontera, Córdoba, 1926/
Aguilar
de la Frontera, 2002
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